Lemuria el continente perdido

Lemuria, El Continente Perdido

En el misterioso universo de los continentes legendarios, nombres como Atlántida y Mu suelen ocupar el centro de atención. No obstante, existe otro nombre que despierta un enigma aún más profundo, mezclando ciencia antigua y esoterismo: Lemuria, El Continente Perdido. Se afirma que este inmenso territorio sumergido desapareció en las profundidades del océano Índico o del Pacífico, y su relato nos invita a transitar la delgada línea entre las teorías científicas obsoletas y las creencias místicas que han fascinado a generaciones enteras. Aunque muchos sostienen con firmeza su existencia, Lemuria tiene sus raíces en mitos y en conceptos científicos que la comunidad moderna ha descartado. Aun así, sigue representando un deseo profundo y universal de un paraíso perdido.

Los Orígenes Científicos de Lemuria

La historia de Lemuria comienza a mediados del siglo XIX. En 1864, el zoólogo británico Philip Sclater se enfrentó a un intrigante problema biogeográfico: ¿cómo explicar la presencia de fósiles de lémures en Madagascar y en la India, pero su notable ausencia en África continental y el Medio Oriente?. La única explicación que encontró Sclater fue la hipótesis de que existió un puente terrestre o continente sumergido que conectaba estas regiones. En sus publicaciones, afirmó que la distribución geográfica de mamíferos en Madagascar casi inevitablemente llevaba a la suposición de un continente en lo que hoy es el océano Índico. Así nació el nombre de “Lemuria”, en honor a estos animales.

Esta teoría inicial fue expandida por el biólogo Ernst Haeckel en 1870, sugiriendo incluso que Lemuria podría haber sido “la cuna de la humanidad”. En una época en la que la comprensión geológica era incipiente, estas ideas representaban la vanguardia científica, a pesar de que la teoría de la tectónica de placas aún no existía. Como señaló Stephen Jay Gould, las teorías científicas obsoletas no son intrínsecamente anticientíficas; son los mejores esfuerzos con los datos disponibles en su tiempo.

La Revolución Tectónica

La llegada de la teoría de la deriva continental, propuesta por Alfred Wegener a principios del siglo XX, y el posterior desarrollo de la teoría de la tectónica de placas en las décadas de 1950 y 1960, marcaron un cambio fundamental en la comprensión de la Tierra. Se demostró que las anomalías biogeográficas que intrigaban a Sclater se debían a la lenta separación de masas terrestres a lo largo de millones de años, no a un continente sumergido. La unión pasada de Madagascar e India, que formaban parte del supercontinente Gondwana, se explica hoy por movimientos tectónicos.

De esta manera, la hipótesis de Lemuria fue desacreditada en el ámbito científico y relegada al ámbito histórico. La comunidad geológica moderna es categórica: no existe evidencia de un continente como Lemuria en tiempos geológicos recientes. Las tecnologías avanzadas de mapeo del fondo oceánico han permitido descartar la presencia de grandes masas terrestres sumergidas; el supercontinente Pangea se fragmentó hace aproximadamente 175 millones de años, mucho antes de la aparición de los humanos modernos. El oceanógrafo Robert Ballard (descubridor del Titanic) afirma que, con el mapeo casi completo del fondo oceánico, no hay continentes perdidos esperando ser redescubiertos, aunque la dinámica geológica ofrece escenarios igualmente fascinantes.

El Nacimiento del Mito de Lemuria

Mientras la ciencia dejaba atrás a Lemuria, la idea encontró un nuevo hogar en el ámbito esotérico. Helena Blavatsky, cofundadora de la Sociedad Teosófica, incorporó el concepto de Lemuria en su cosmovisión mística y espiritual. En su obra La Doctrina Secreta (1888), Blavatsky describió a Lemuria como el hogar de la “tercera raza raíz” de la humanidad.

Según Blavatsky, estos lemurianos eran seres espiritualmente avanzados, descritos a menudo como gigantes y semietéreos. Se les atribuían habilidades psíquicas extraordinarias, como la telepatía y la visión a través de un “tercer ojo”, y una conexión profunda con el cosmos. Vivieron en un estado que trascendía lo material, lo que, según esta visión, explicaba la falta de vestigios arqueológicos. Esta reinterpretación elevó a Lemuria a un pilar en la mitología espiritual y en el imaginario New Age, a pesar de la falta de evidencia científica. Algunos relatos teosóficos hablan de un conflicto cósmico que llevó a la destrucción de Lemuria.

La Expansión del Mito: Mu y el Relato de Civilizaciones Perdidas

A principios del siglo XX, el autor James Churchward contribuyó a expandir el mito, vinculándolo a otro continente perdido: Mu. Churchward, basándose en supuestas tablillas antiguas de la India (nunca presentadas concluyentemente), describió Mu como una civilización avanzada que habría existido hace decenas o cientos de miles de años. Afirmaba que Mu albergó a 64 millones de habitantes y que su civilización se remontaba a 200,000 años atrás, desafiando la cronología arqueológica convencional. Churchward presentó Mu como el Jardín del Edén, la cuna de la humanidad. Según su relato, esta avanzada civilización estableció colonias por todo el planeta antes de que su continente-madre desapareciera en una noche devastadora. Estas colonias supuestamente dieron origen a culturas como la hindú, maya, mesopotámica, babilónica y egipcia.

En este contexto, Augustus Le Plongeon, un anticuario obsesionado con la idea de que los mayas crearon la civilización egipcia tras una escala en la Atlántida, también contribuyó a la conexión entre Mayas y Mu, situando a la civilización maya originaria de los Naacal, una cultura anterior a la Atlante, ubicada en un continente perdido en el Pacífico que llamó Mu. Le Plongeon llegó a interpretar monumentos mayas como Palenque como no mayas, sino construidos por gente de la Polinesia. Desde entonces, Palenque es una referencia habitual entre los pseudohistoriadores, quienes incluso han interpretado la inscripción del sarcófago de Pakal el Grande como la representación de un astronauta.

Ecos Culturales y la Persistencia del Mito

El mito de Lemuria no se limitó a los círculos esotéricos; encontró eco en tradiciones locales y la cultura popular. Un ejemplo es la leyenda tamil de Kumari Kandam, una tierra sumergida en el imaginario del sur de la India. Aunque sus orígenes son independientes, la similitud superficial con Lemuria ha generado debates sobre posibles conexiones o la tendencia humana a crear mitos sobre tierras perdidas. El escritor Graham Hancock ha sugerido que la recurrencia de estas leyendas en culturas dispares podría indicar un sustrato histórico común o una necesidad de explicar la relación humana con el entorno.

En la actualidad, Lemuria pervive en la espiritualidad New Age, la literatura fantástica y la especulación esotérica. Algunos identifican supuestos vestigios en formaciones geológicas como el volcán Loihi o interpretan las estatuas moai de la Isla de Pascua como legado lemuriano. Lugares como el Monte Shasta en California son considerados por creyentes como hogar de descendientes lemurianos, asociados a luces misteriosas y energías inexplicables. Autores como H.P. Lovecraft y Robert E. Howard han incorporado elementos de Lemuria en sus obras.

La persistencia de estos mitos refleja la tendencia cultural a idealizar pasados remotos, ofreciendo un ancla nostálgica en épocas de cambio, a pesar de la ausencia de evidencia sólida. Como señalan divulgadores como Richard Ellis, los continentes perdidos simbolizan el anhelo por un pasado dorado o un Edén tecnológico y espiritual.

La Crítica a la Historia Alternativa

Es importante distinguir la leyenda y la especulación del método histórico y la arqueología. El dogma central de la llamada “historia alternativa” es la existencia de civilizaciones perdidas. Sin embargo, sus “investigaciones” a menudo no utilizan el método histórico; son una selección escasa y arbitraria de datos arqueológicos usados para vestir ideas preconcebidas, ignorando la vasta evidencia que las contradice.

Una práctica común es eliminar el contexto de los hallazgos arqueológicos. La arqueología no es cazar tesoros, sino excavar verticalmente para entender la historia de un lugar en el tiempo y horizontalmente para relacionar objetos y determinar su función. Cualquier resto arqueológico presentado “flotando” fuera de contexto es un sinsentido. Los defensores de la historia alternativa buscan objetos, construcciones o inscripciones, los descontextualizan y los presentan como “pruebas”. Esta pseudoarqueología a veces se pone al servicio de ideologías nacionalistas, como cuando se reinterpretó la leyenda tamil de Kumari Kandam para situar en ella una civilización avanzada de miles de años de antigüedad, basándose en supuestos desciframientos de textos antiguos.

Entre Dos Mundos: El Valor de Lemuria

A pesar de la falta de evidencia científica, Lemuria sigue siendo un tema atractivo porque representa un espacio donde la ciencia y la imaginación se encuentran. El filósofo Karl Popper señaló que la ciencia a menudo comienza con mitos y su crítica. El psicólogo Carl Jung vio en mitos como Lemuria y la Atlántida arquetipos del inconsciente colectivo, reflejando la nostalgia por orígenes perdidos y la aspiración a recuperar sabiduría ancestral. El mitólogo Joseph Campbell afirmó que los mitos son pistas para las potencialidades espirituales de la vida humana.

La historia de Lemuria es un recordatorio de cómo las ideas evolucionan, pasando de hipótesis empíricas a símbolos poderosos de la búsqueda interior. La ciencia y la imaginación son fundamentales para construir nuestro conocimiento; como dijo Albert Einstein, “la ciencia sin imaginación es coja; la imaginación sin ciencia es ciega”.

En última instancia, Lemuria, ya sea vista como un mito o una realidad alternativa, continúa siendo un símbolo de la curiosidad y la imaginación humanas, y un territorio fértil para la exploración de nuestro pasado y de nuestro propio espíritu. Su relato ilustra el constante diálogo entre la investigación rigurosa y la especulación creativa que enriquece nuestra visión del mundo.

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